Vértigo, de Alfred Hitchcock. El encuentro con el vacío.
Los demoradísimos resultados de la última encuesta de Sight & Sound sobre las películas "más grandes de la historia", publicados poco antes de servir el pavo navideño de 2022, arrojaron la ingrata novedad de que Vértigo , obra maestra de Alfred Hitchcock, ha perdido el cetro que conquistara en 2012. Según toda evidencia, se la cargó el aluvión de progresismo testimonial que dominó la votación. Aclaro, por si las moscas, que admiro mucho a Chantal Akerman y que tengo a su Jeanne Dielman por una pieza magistral (de hecho, en vista de su nuevo estatus, me propongo dedicarle algunos párrafos próximamente). Pero no dejo de preguntarme si la incuestionable excelencia de esta película habría bastado para catapultarla al primer puesto sin el concurrente envión de una agenda cuyos mandamientos exceden largamente cualquier juicio artístico. Peor aún: no puedo dejar de sospechar la respuesta. En todo caso, volviendo a Vértigo , las líneas siguientes, que debieron ser de homenaje,